Todo lo que debes saber sobre la intolerancia a la lactosa

La intolerancia a la lactosa se ha vuelto un mal bastante común en nuestra sociedad durante los últimos años. Lo cierto es que, en todo el mundo, cada día aumenta el número de casos de personas que se vuelven intolerantes o incluso alérgicas al conocido como el “azúcar” de la leche.

Este trastorno alimenticio tan común se produce al consumir precisamente leche con lactosa, y se debe a que en nuestro organismo existe una falta de lactasa, la enzima que nos ayuda a digerir el azúcar de la leche. Aunque se trata de una dolencia muy común, la verdad es que no se trata de una patología grave.

Sin embargo, como sabemos que mucha gente sufre esta intolerancia tan común y que no todo el mundo conoce de dónde viene, por qué se produce o qué alternativas podemos tener, en el día de hoy hemos querido preparar este post explicativo íntegramente sobre la la lactosa.

Entre los contenidos que veremos estarán qué es la lactosa, cómo afecta a nuestro cuerpo, qué tipos de intolerancia existen o cómo es posible llevar una dieta sin lactosa. Esta última parte es muy interesante, ya que gracias a la web de Nutira podemos ofreceros una amplia lista de productos y alimentos con lactosa, para que seáis conscientes de que este carbohidrato no solo está presente en la leche.

¿Qué es la lactosa?

La lactosa, también conocida coloquialmente como el azúcar de la leche es un hidrato de carbono disacárido presente inicialmente en todos los tipos de leche animal que podemos encontrar en un supermercado. Asimismo, esta enzima también se puede encontrar en la leche materna humana, por lo que es muy importante asegurar también que un bebé no sea intolerante antes de alimentarlo únicamente con el pecho.

Sin embargo, la lactosa no la encontramos únicamente en las leches, si no que todos los productos derivados de ellas también la contienen: quesos, yogures, batidos… Además de toda esta presencia natural en los alimentos, actualmente con la presencia de los productos procesados, también podemos encontrar trazas de lactosa en muchísimos otros productos que pueden ir desde panes hasta medicinas.

Tipos de intolerancia a la lactosa

Actualmente distinguimos tres tipos de intolerancia a la lactosa según sea una deficiencia primaria, secundaria o congénita en la producción de lactasa. La hipolactasia adquirida (también conocida como deficiencia primaria) es el tipo más común de intolerancia a la lactosa. Se da por un descenso gradual de la producción de lactasa.

Tipos de intolerancia a la lactosa

El segundo tipo de intolerancia sería la hipolactasia secundaria, que está provocada por otras lesiones que la persona puede tener en su aparato digestivo como alergia al gluten, trastornos alimenticios o la enfermedad de Crohn, entre otras cosas.

Finalmente, el tercer tipo de intolerancia a la lactosa es el menos común de todos y tan solo se han registrado un número muy reducido de casos en todo el mundo. Se trata de la hipolactasia congénita, que se presenta en bebés recién nacidos que tienen su primer contacto con la leche a través de la leche materna.

¿Cómo afecta a nuestro organismo?

La lactosa en sí misma no afecta a nuestro organismo de ninguna manera especialmente dañina. Es nuestro propio cuerpo el que deja de producir una enzima imprescindible para poder digerir bien este carbohidrato: la lactasa.

Al dejar de producir lactasa, nuestro cuerpo comienza a rechazar todos aquellos productos que contengan lactosa, provocando, al mismo tiempo, un malestar generalizado en nuestro organismo, sobre todo en el aparato digestivo.

Los principales síntomas que podemos padecer al ser intolerantes a la lactosa van desde el dolor abdominal hasta vómitos, náuseas y diarrea o estreñimiento. Además, todos estos síntomas pueden provocar otras dolencias derivadas como pueden ser dolores musculares, dolores de cabeza o úlceras.

La intolerancia a la lactosa en datos

La intolerancia a la lactosa comenzó a documentarse a mediados del siglo XX, concretamente a partir de 1950 cuando el consumo de leche comenzó a normalizarse en todo el mundo y empezó a producirse de manera más industrial. De manera global, existe un dato revelador que indica que, en todo el mundo, aquellas sociedades en las que el consumo de leche está ligado directamente a la producción y consumo de la misma, son aquellos que presentan menos personas afectadas por esta intolerancia.

Por el contrario, aquellas sociedades en las que el consumo de leche está menos normalizado, el número de personas intolerantes puede rondar el 90 por ciento de la población.

Por ejemplo, mientras que en Rusia o en Estados Unidos el porcentaje de personas intolerantes a la lactosa no supera nunca el 20 por ciento, en otros países como China o Brasil los índices pueden rondar entre el 80 y el 90 por ciento de la población.

Una dieta sin lactosa

Lo primero que pensaríamos cualquiera de nosotros si nos dicen que somos intolerantes a la lactosa es que deberíamos quitar la leche y, en general, los productos lácteos de la dieta. Sin embargo, aunque esto es totalmente cierto, la verdad es que existen muchísimos otros productos que encontramos en el supermercado que pueden contener también lactosa aunque no sean estrictamente lácteos.

Es por esto que debemos hacer una diferenciación entre aquellos alimentos o productos con lactosa como pueden ser la leche, la mantequilla, el suero o los quesos, y aquellos alimentos o productos que pueden contener trazas de lactosa como aditivo. En este segundo grupo encontraríamos todo tipo de alimentos procesados y ultraprocesados como pueden ser galletas, sopas de sobre, pasteles, embutidos y otros, así como productos como los medicamentos, los complementos alimenticios o las pastas de dentífricas.

Alternativas y suplementos

Por suerte, actualmente contamos con una gama de productos sin lactosa muy variados que van desde la propia leche de vaca hasta yogures, natas, bebidas o batidos. Por otra parte, en las farmacias también podemos encontrar algunos medicamentos y suplementos vitamínicos que nos ayudarán a paliar esta intolerancia a la lactosa con solo tomar una pastilla al día, como los probióticos.